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La (re)inserción laboral y educativa tras el retorno

a un contexto de retorno experimentan menores probabilidades de estar insertos

en la escuela o en el trabajo.

Sin embargo, una mirada diacrónica permite advertir que en el decenio estas

posibilidades mejoraron, progreso que es palpable en ambas poblaciones. En el año

2000, las mujeres retornadas que estaban fuera de ambas instituciones constituían

47.4 por ciento, mientras que en 2010 este porcentaje descendió a 43.7; para las

mujeres no migrantes de retorno los valores fueron 34.9 y 30.9, de manera res-

pectiva. En el caso de los hombres retornados, el porcentaje de quienes no traba-

jaban ni estudiaban fue de 23.8 en 2000 y de 20.5 en 2010; para los hombres no

migrantes de retorno los valores fueron 34.8 y 11.4, respectivamente. De esto se

deduce que en la década ha habido una mejora relativa en términos de integración,

que en la población de retorno se expresa en mayores proporciones de inserciones

laborales, mientras que en la población no migrante de retorno se aprecia tanto en

la posibilidad de logro ocupacional como del escolar.

El cuadro 4.10 también expone esta información por grupos de edad. Ello es

importante porque la forma en que las personas se vinculan con las instituciones

varía a través de su curso de vida. Así, se espera que en las edades tempranas la gran

mayoría se encuentre dentro de la institución escolar. Las y los adolescentes (12 a

14 años) y jóvenes (15 a 24 años) retornados tienen menores posibilidades de estar

insertos en la escuela que sus pares no migrantes de retorno (lo que corrobora lo

analizado en el cuadro 4.9). Además, en el periodo observado, los porcentajes de

niños escolarizados, si bien aumentan para ambas poblaciones, lo hacen en mayor

medida para los últimos, particularmente en el caso de las mujeres.

En el caso de las y los jóvenes entre 15 y 24 años, edades que guardan corres-

pondencia con el momento de la vida en que normativamente se cursa la educación

media o superior (bachillerato y licenciatura), se aprecian notables diferencias entre

las dos poblaciones comparadas, en detrimento de los retornados, en especial en el

caso de los varones. La proporción de jóvenes que estudia y trabaja simultáneamen-

te en general es baja, porcentaje que además disminuye entre 2000 y 2010 para

varones y mujeres no retornados (de 8.0 a 6.3 y de 5.1 a 4.3, respectivamente). La

tendencia de las jóvenes mujeres retornadas es contraria: el porcentaje de quienes

trabajan y estudian pasó de 4.3 a 4.8, aunque el aumento es pequeño.

El hecho de no estar en la escuela o en el trabajo no necesariamente implica

no estar haciendo nada. Lo que significa es que la persona no está inserta en una